María Cristina de Habsburgo-Lorena


María Cristina de Habsburgo-Lorena nació en Gross-Seelowitz, Moravia (actual República Checa) en 1858. Era hija del archiduque Carlos Fernando de Austria e Isabel, archiduquesa de Austria-Este-Módena. También era prima del emperador Francisco José de Austria y del emperador de México Maximiliano I.

Tras la muerte de la reina María Mercedes de Orleans, Cánovas del Castillo emplazó al viudo Alfonso XII de Borbón a encontrar una nueva esposa. Alfonso, cuyo primer matrimonio había sido por amor, dejó en manos de Cánovas dicha búsqueda, siendo María Cristina la elegida. Se casaron en 1879.

María Cristina había recibido una cuidada educación, e incluso había sido nombrada  abadesa del Noble Capítulo de Nobles Damas Canonesas de Praga (institución que acogía como una digna residencia a las grandes damas sin familia ni recursos) por el propio emperador. No obstante, sus adversarios políticos (sobre todo en la posterior regencia) hicieron correr la historia de que era una mujer de pocas luces, solo interesada en la religión, por lo que la apodarían «Doña Virtudes».

Alfonso y María Cristina no congeniaron, excepto en los últimos meses de vida del monarca. Abundaron las infidelidades y las amantes del rey, a veces muy públicas. María Cristina la mayoría de las veces intentó sobrellevarlo con la mayor dignidad posible, aunque en una ocasión intervino para exiliar a París a Elena Sanz, cantante de ópera con la que Alfonso XII llegó a tener dos hijos.

Cuando Alfonso muere, en noviembre de 1885, María Cristina, embarazada de tres meses de su tercer hijo, se convierte en regente. Cuando da a luz, y resulta éste varón, el hijo póstumo de Alfonso XII se convierte desde ese momento en el nuevo rey de España, con el nombre de Alfonso XIII, aunque no podrá ejercer sus funciones hasta llegar a la mayoría de edad. Entre tanto, María Cristina actuará de regente.

Poco antes de la muerte del rey, se instaura en España el «turnismo», por el que el Partido Conservador de Cánovas y el Partido Liberal de Sagasta se turnarán en el poder. Este «fraude electoral», sin embargo, dará al país la estabilidad necesaria para que los años de regencia resultaran mejores de lo esperado. Aunque Cánovas había sido más influente en Alfonso XII, al ser «artífice» de la restauración de la monarquía, las simpatías de la regente María Cristina eran más hacia Sagasta. Aún así, María Cristina respetó los turnos que habían pactado ambos partidos, siendo su participación en el gobierno más representativa que efectiva.

Cuando Alfonso XIII cumple la mayoría de edad, en 1902, María Cristina le traspasó la Corona. A partir de entonces, aunque tendría sus propias ideas respecto a los asuntos de Estado (por ejemplo, consideraba la dictadura de Primo de Rivera un peligro para la monarquía), solo tendrá un papel de consejera en el reinado de su hijo.

Murió repentinamente, en el Palacio Real de Madrid, en 1929. Aunque en su llegada a España, apenas conocida, tímida, devota y extranjera, no recabó muchas simpatías, en su entierro en El Escorial fue despedida por un multitudinario despliegue de fervor popular.

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