El Alcázar de Toledo


Situado en uno de los más altos promontorios de la ciudad de Toledo, el Alcázar no resulta indiferente al visitante. A pesar de ser un ejemplo de arquitectura renacentista, los sucesos acaecidos en el siglo XX suelen oscurecer su historia anterior.

Hay evidencias de que en el mismo lugar donde se erigiría el Alcázar existía un palacio romano ya desde el siglo III. Cuando, más tarde, los visigodos establecieron en Toledo su capital, la zona fue utilizada para viviendas «regias» e iglesias, y es cuando llegan los árabes, con Abd ar-Rahman II en el siglo IX y Abd ar-Rahman III en el X, cuando se refuerza y se consolida su uso como fortificación militar. Tras la reconquista cristiana de la ciudad, los sucesivos monarcas van restaurando y modificando el emplazamiento, hasta que Alfonso X ordena completar la fachada oriental y construir las cuatro torres de planta cuadrada que forman las características cuatro esquinas del edificio.

La importancia estratégica del enclave va disminuyendo conforme la frontera entre los reinos cristianos y musulmanes se va alejando de la ciudad de Toledo, por lo que el edificio va perdiendo su carácter militar y devensivo y, en su lugar, pasa a tener una función residencial para los sucesivos monarcas. Bajo el mandato de Carlos I se llevaron a cabo importantes y cruciales modificaciones, que siguieron bajo el reinado de Felipe II. Se pueden distinguir muchos estilos en el edificio, dependiendo de la época en la que se llevan a cabo las obras: renacentista, plateresco, medieval y churrigueresco. Cuando la capital del reino de España se traslada a Madrid y deja de tener utilidad como residencia de los monarcas comienza un período de decadencia y cierto abondono.

En 1710 el Alcázar sufre el primer gran incendio. En 1810, durante la ocupación francesa, fruto de otro incendio, arde hasta que solo queda en pie la estructura principal. Su reconstrucción fue lenta y llena de retrasos. Durante el reinado de Isabel II se instaló en su torre noroeste un mecanismo telegráfico para recibir y enviar mensajes codificados; era la torre telegráfica n.º 10 de la Línea de Andalucía. No duró mucho su uso como telegráfo óptico, solo estuvo en funcionamiento entre 1848 y 1857. En 1878 pasó a albergar la Academia de Infantería de Toledo, y en 1887 un nuevo incendio lo destruyó casi por completo.

Nuevamente se restaura, y sigue dando cobijo a la Academia de Infantería, hasta que en 1936, en la Guerra Civil española, los militares rebeldes contra el gobierno de la República se atrincheraron en él, al mando del coronel Moscardó. En el asedio, la estructura del edificio quedó prácticamente destruida. Para el régimen franquista posterior, no obstante, el suceso tuvo una importante carga simbólica. Se recupera, pues, el Alcázar, concluyendo las obras en 1961, y dedicándose a museo, con algunas funciones militares.

En 1998, ya en la democracia, el edificio se dedica a Biblioteca de Castilla La Mancha, y en 2010, además, a Museo del Ejército.

Si quieres saber más sobre el Alcázar de Toledo, puedes acudir a estos enlaces:

Este artículo forma parte de la serie de artículos «Lugares, artilugios y otras locuras», relacionados con la novela «El falso espejo del rey Salomón».


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