Nace Benito Pérez Galdós, el más joven de diez hermanos, en Las Palmas de Gran Canarias, en 1845. En 1862, deja las islas y se traslada a Madrid, con la intención de cursar Derecho en la universidad, carrera que iniciaría pero que nunca llegaría a terminar, dedicándose en su lugar a frecuentar las calles madrileñas, sus cafés, tertulias y teatros. Durante estos años de conferencias, amistades, amoríos y bohemias vivencias, fue cuando comenzó su carrera literaria.
Colaboró con varios periódicos, escribiendo sobre la actualidad política y social, e incluso publicando la traducción al castellano de «Aventuras de Picwick», de Charles Dickens. Viajó también a Paris en 1867, para asistir a la Exposición Universal. En la capital de Francia comenzó a leer a Honoré Balzac, convenciéndose de que debía dedicarse a la novela. En un posterior viaje a París, al año siguiente, comenzó a escribir «La fontana de oro». A la vuelta, comenzó un período de intenso trabajo. Entre 1873 y 1879 escribe dos series de sus famosos «Episodios nacionales», además de otras novelas independientes de estas, como «Marianela», «Gloria» o «Doña Perfecta».
Fue por estas fechas que conoce a Miguel Honorio de la Cámara y Cruz, propietario de una imprenta y varias revistas, con quien firma un contrato por el que le imprimiría y vendería todo lo que Galdós produjera. Este contrato, en un futuro terminaría en juicios, hasta que se disolvió en 1897.
Benito Pérez Galdós vivía en Madrid con Magdalena Hurtado, viuda de su hermano, su hermana Carmen y su marido e hijos, y su hermana mayor Concha, en un piso frente a la Biblioteca Nacional. Solía pasar el día escribiendo, mientras fumaba cigarros puros sin parar. Ya entonces, no solía ser muy dado a frecuentar la noche pública madrileña, aunque de vez en cuando se «escapaba» para encontrarse con alguna amante. Con Lorenza Cobián llegó a tener una hija, a quien siempre atendió, pero no fue su única relación sentimental (la escritora Emilia Pardo Bazán fue otra de sus amantes). Galdós nunca se casó.
En política, Galdós fue amigo personal de Práxedes Mateo Sagasta, líder del Partido Liberal, por lo que terminó, en 1886, siendo diputado por la circunscripción de Guayana (Puerto Rico), que nunca llegaría a visitar. Galdós, por su anticlericalismo y defensa de opciones más progresistas, gustaba más a los liberales que a los conservadores, que incluso se opusieron a su nominación al Nobel de Literatura. Llegó a ser rechazado en primera instancia para entrar en la Real Academia de la Lengua Española. En la última época de su vida abrazó el republicanismo, volviendo a ser elegido, en las legislaturas de 1907 y 1910, diputado a Cortes por Madrid por la Conjunción Republicano Socialista y en 1914 diputado por Las Palmas.
En los años 1880s, su fama se acrecenta y, en opinión de algunos críticos, es cuando escribe sus mejores novelas, incluída la inmortal «Fortunata y Jacinta». En la década de 1890, viaja mucho y escribe la tercera serie de los «Episodios Nacionales», además de muchas y exitosas obras teatrales, sin perjuicio de un amplio abanico de novelas cada vez más espirituales («Tristana», «Nazarí», «Misericordia»…).
Su producción novelística a partir de 1900 ya no es tan extensa, aunque su fama y su trabajo en dramaturgia no decaen en absoluto. Además, su implicación en política también era mayor. En estas fechas termina de construir su finca San Quintín, en Santander, ciudad donde gustaba de veranear desde hacía años, pero los gastos estaban haciendo estragos en sus finanzas: además, mantenía a varias mujeres, lo que sumado a los gastos de casa y a sus continuos viajes, hicieron que sufriera importantes dificultades económicas. Éstas se hicieron aún mayores cuando Pérez Galdós perdió la vista, y su ceguera le obligó a tener que valerse de otros.
Murió en Madrid, en 1920. A su entierro se estima que asistieron más de 30.000 personas, incluyendo muchas mujeres, algo que no era común en la época. Su quinta serie de los «Episodios Nacionales» quedó inacabada.
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